¿Cuál es la mirada que
se tiene acerca de los niños y adolescentes de hoy? ¿Qué se espera de ellos y
qué esperan ellos de nosotros, los adultos? El siguiente informe tiene como principal
tema, lograr una reflexión en cuanto a cómo debemos posicionarnos frente a
nuestros jóvenes, con el único objetivo de lograr que su paso por la escuela y
la vida no se vea envuelto en la telaraña de incertidumbres y errores que las
generaciones pasadas se vieron afectadas. Para ello, haré mención de algunos
temas que considero necesarios para ubicarlo a usted, lector, en el universo de
la cultura escolar y social.
DESARROLLO
Antes de entrar
en tema, quisiera realizar una breve aclaración de antemano acerca de ¿qué son
los derechos humanos? y ¿cómo surgió?, que me permitan abordar el tema que nos
confiere el título.
En 1945, tras
los crímenes cometidos por el fascismo [1]
y el nazismo [2]
durante la Segunda Guerra
Mundial, delegados de cincuenta y un (51) naciones se reunieron en Estados
Unidos, con la intención de crear un organismo internacional para promover la
paz y evitar guerras en el futuro. En 1948, la comisión de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas se había apoderado de la atención mundial. Bajo la presidencia
de Eleanor Roosevelt (defensora de los derechos humanos por derecho propio y
delegada de Estados Unidos ante la
ONU ), la
Comisión se dispuso a redactar el documento que se convirtió
en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, siendo adoptada por las Naciones Unidas a finales del
mismo año.
En primer lugar, se entiende a los Derechos Humanos
como los derechos inherentes a todos los seres humanos sin distinción de sexo,
nacionalidad, lugar de residencia, etnia, religión, edad, intereses políticos,
condición social, cultural o económica. Estos derechos valen en igual medida
para todos los seres humanos sin distinción alguna. De esta manera, toda
persona tiene derecho a: la vida, la integridad personal, física, psíquica y
moral; a la libertad personal, a la libertad de expresión y opinión, a la
identidad y nacionalidad, a la privacidad, a no ser sometido a la esclavitud, a
trabajar en condiciones iguales y satisfactorias; debe tener derecho a la
educación pública y gratuita en todos los niveles de enseñanza, a la cultura, etcétera.
Primeramente,
debe entenderse que todos los niños, niñas y adolescentes, sin discriminación
alguna, deben ser reconocidos como sujetos de derecho. Es decir, que les
corresponden los mismos derechos, obligaciones y garantías que a los adultos,
entre otros. Pero como bien se sabe, al ser menores de edad, requieren de la
especial ayuda y contención de los adultos para poder desarrollar un
crecimiento óptimo y cumplir con sus metas. Pero, ¿qué sucede cuando estos
niños y adolescentes se encuentran excluidos de la sociedad?, ¿qué pasa cuando
la escuela no logra contenerlos? Para responder esto, es menester hacer algunas
aclaraciones.
En la República Argentina ,
el derecho a la educación se establece en la Constitución en el
año 1853, en los comienzos de la organización de la Nación. En 1884, es aprobada la
ley de Educación Común N° 1420, tras un
periodo de minuciosos debates, y en términos simples, se declaró la instrucción
primaria obligatoria, gratuita y gradual. El Estado debía garantizar la
existencia de una oferta educativa pública al alcance de todos los niños que
permitiera el acceso a un conjunto mínimo de conocimientos, donde los padres se
veían obligados a inscribir a sus hijos. A partir de la reforma de 1993 consagrada en la Ley de Educación General
Básica, la estructura académica del sistema educativo comprende: educación
inicial (3 a 5 años de edad), la Educación General Básica (de nueve años de
duración a partir de los 6 años), la Educación Polimodal
(luego de cumplida la EGB ,
de tres años como mínimo de duración); la Educación Superior ,
Profesional y Académica de Grado y la Educación de Posgrado. Finalmente, la Ley de Educación Nacional N° 26.206 sancionada en
el año 2006, describe en términos simples la obligatoriedad de la educación en
todos los niveles, incluyendo el paso por la Secundaria.
Investigaciones arrojan que son muchos los estudiantes
que, marcados en sus trayectorias vitales por procesos de exclusión de diversos
tipos tienden a percibirse a sí mismos como causa última de su propio fracaso. El
hecho de no creer contar con la capacidad intelectual para abordar las
actividades que se plantean en clase, el hecho de no contar con los útiles
adecuados o, como sucede en muchos casos, el prescindir de un hogar en
condiciones adecuadas, de una familia que los contenga y aliente a esforzarse
por una vida mejor, hacen que muchos de los jóvenes que asisten a la escuela
acaben por desanimarse y dejar de concurrir a clases por pensar que nada tiene
que hacer allí. Esto sin mencionar que
muchas veces se ven excluidos por sus propios compañeros y en el peor de los
casos por los mismos docentes que, como no saben qué hacer con ellos, lo aíslan
en un rincón en vez de enfocarse en buscar una solución a ese problema que
involucra al chico. Cabe mencionar que,
lejos de verse al niño o adolescente como sujetos con riesgo social y
desprovisto de derechos, se los ve como sujetos de peligrosidad social. Y esto
se debe principalmente a lo explicado anteriormente, ya que al abandonar al
joven «a la buena de Dios», éstos asumen una postura equívoca de cómo afrontar
la vida y acaban por perderse en caminos que, si bien tienen salida, la
sociedad nada hace por sacarlos de ahí. De esta manera, se estigmatiza a los
jóvenes como potenciales «delincuentes», se los ve como una amenaza futura; en
consecuencia, son pocas las veces en que se pone el oído para escuchar cuál es
la historia que se oculta detrás y alentar a los chicos a seguir adelante y
cumplir los años que les queda de escuela. Quisiera citar a modo de ejemplo, parte de una
entrevista publicada en Página 12, en donde Philippe Jeammet, psicoanalista
francés, mantiene una charla con la periodista, escritora, biógrafa y abogada
María Esther Gilio acerca de la violencia juvenil y cómo influye la sociedad:
Phillipe
Jeammet: ¿Qué sería para usted lo que diferencia a un adolescente de hoy de uno
de hace medio siglo?
María Gilio: Se habla de la violencia que ejercen hoy
los adolescentes. Y son muchas las quejas en ese sentido. Sin embargo, creo que
la diferencia está en que hoy la violencia se ve y antes estaba bastante
escondida.
P: ¿Sería ésa, en definitiva, una diferencia formal,
la única que se puede señalar?
M: Hay otras. Según los países, tenemos menos
violencias físicas graves y a la vez más de lo que se llama en Francia
incivilités, que, aunque son formas de violencia, son menos graves.
P: ¿Por ejemplo?
M: Robar una cartera, empujar a una persona. Hay menos
respeto por el adulto; menos respeto por las cosas.
M:
Ensuciar un monumento. Estas cosas han aumentado. Hay menos respeto por esta
sociedad que evidentemente tal como es no les gusta. Por otra parte, no debemos
olvidar que la sociedad ha cambiado y los adolescentes... Bueno, los
adolescentes son su espejo. ¿Quién respeta hoy al presidente de la República ?
En definitiva,
lo que vuelve violentos a los estudiantes no es su naturaleza, sino la
violencia social.
Asimismo, en
un plano ideal, el lugar natural para el crecimiento saludable de los niños es,
justamente, en el núcleo familiar. Por
ende, el principal objetivo es la preservación y fortalecimiento de este sitio
de contención, y para ello cabe destacar que: 1- La falta de recursos
materiales no constituye causa suficiente para separar a los niños y
adolescentes de su familia. 2- Es menester priorizar las medidas de protección
de derechos que tengan por finalidad la preservación y fortalecimientos de los
vínculos familiares para con los niños. 3- El Estado tiene el deber de incluir
a toda la familia en los programas dirigidos a brindar ayuda e incluso apoyo
económico en caso que los niños o adolescentes se vean limitados por no tener
sus necesidades básicas como: acceso a la salud, a la educación, al trabajo y a
la vivienda digna al conjunto de sus miembros.
Dicho esto,
sirve de anclaje para mencionar los dos paradigmas que fueron surgiendo en
diferentes contextos y culturas, con diferentes modos de pensar acerca de la
niñez y adolescencia: el Patronato de Menores (1919) y el llamado Protección
Integral de Niños, Niñas y adolescentes (2005).
El primer paradigma, estuvo enfocado en la «infancia pobre». La solución
al problema de qué hacer con los niños que consideraban en situación de
«abandono material» o de «peligro moral», era simplemente quitándole el derecho
a los padres y madres de la patria potestad [3].
De esta manera, todo niño y adolescente que fuera visto en la calle en búsqueda
de dinero y comida, eran recluidos en instituciones y reformatorios, alejados
de sus familias, la escuela y cualquier otro sitio para su desarrollo adecuado.
Mediante esta intervención, se buscaba separar a la sociedad desarrollada de
estos «individuos» que podían contagiar al resto de los niños. Sin embargo, chicos y chicas con causas
asistenciales compartían el mismo establecimiento con menores con causas
penales. En consecuencia, esto, lejos de evitar problemas, constituyó el camino
hacia la carrera delictiva. Los institutos y reformatorios además de violar los
derechos de los niños y niñas, han sido verdaderas escuelas de delitos.
Tras las irregularidades planteadas
por el Patronato de Menores, la
Convención sobre Derechos del niño (1994), propone una
doctrina de protección integral. Esto es, concibe al niño como sujeto de
derecho frente al Estado. Éste debe apoyar a la familia con programas
financieros acordes a sus necesidades. No obstante, ya no se tiende a ver a los
niños y adolescentes como seres incompletos, sin derechos, sino como seres de
derechos que deben ser escuchados y apoyados incondicionalmente.
CONCLUSIÓN
No obstante, quisiera realizar
un llamado de atención tanto para las familias, la escuela y por supuesto la
sociedad, con el propósito de poner énfasis en el acompañamiento de nuestra
nueva generación de niños, niñas y adolescentes. Es fundamental que cuenten con
el apoyo y afecto de sus padres, quienes deben hacer lo posible por brindarles
un sitio donde tengan acceso a lo libros y en donde puedan experimentar de una
vida sana y sin preocupaciones más que asistir a clase todos los días. La
escuela debe dar garantía de una buena educación y seguimiento por parte de los
docentes que son los encargados de forjar en las mentes de los estudiantes los
conocimientos necesarios que les permitan ver y comprender el mundo que los
rodea, de manera que luego de su paso por la escuela, hayan adquirido cierto
nivel de autonomía que les sirva para afrontar la vida académica y laboral. Por
su parte, la sociedad, como portadora de cultura, debe acoger a esta nueva
generación y no evitarla debido a su heterogeneidad. Es preciso que cada uno de
estos pilares que considero fundamentales, ponga su granito de arena si es que como
yo, desea una «Argentina del mañana».
[1] Movimiento
político y social de carácter totalitario y nacionalista fundado en Italia por
Benito Mussolini después de la primera guerra mundial.
[2] Doctrina política nacionalista, racista y totalitaria que fue
impulsada en Alemania por Adolf Hitler (político alemán, 1889-1945) después de la Primera Guerra
Mundial, y que defendía el poder absoluto del Estado y la superioridad y la
supremacía del pueblo germano frente a los demás pueblos de Europa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario